La serenidad del parapente
Este año tuve la gran oportunidad de probar volar en parapente, y estaba muy nerviosa. Tanto que hasta me lo cuestioné. Pero era algo que quería hacer e iba a hacer, a pesar de que mis manos y cuerpo temblase como la gelatina.
Me puse el arnés y seguí las instrucciones del monitor. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Caminé hacia el acantilado y, de repente, justo en el momento en que mis pies dejaron de tocar el suelo, solo sentí serenidad.
Fue una gran sorpresa el comprobar que no estaba nerviosa, que no era super excitante y con la adrenalina a tope… no, simplemente sentía mucha paz. La cara de tonta que debí tener todo el recorrido debió ser de risa. Solo sonreía y decía, “guau qué pasada”.
El tener un vuelo agradable, dándose las condiciones de viento idóneas, es responsabilidad del que maneja todos esos hilos. Y como para mi es un tema bastante serio, prefiero confiar en empresas serias y monitores que lleven años volando en parapente.
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